miércoles, 5 de mayo de 2010

Vanidad de Vanidades: Desgraciadamente la gente se ha acostumbrado a valorar a la demás gente por lo que tienen y no por lo que son. Y la mayoría nos hemos montado en este patín y por eso es que, cuando llega un fulano en un buen carro, lo consideramos más importante que al que llega en su Hyundai modelo 87. Nos devanamos los sesos pensando en cómo voy a comprar ese TV de plasma de 50 pulgadas o en cómo hago para comprarme esa o aquella ropa de marca, como si cuando nos muramos nos fuéramos a llevar algo con nosotros. En 50 años a partir de ahora, para los que están leyendo esto y aun para aquellos que no lo pueden hacer todavía, nada de lo que hagamos o poseamos hoy día va a importarle un comino a nadie. Seremos, con suerte, no más que un montón de huesos en un ataud podrido por los años. Y esa será toda nuestra posesión. Vemos por ejemplo a un Oscar Arias tratando de eternizarse a través de placas de metal con su nombre, en obras que ni siquiera han comenzado a construirse; pero así como hoy, con miles costos, recordamos el nombre de Otilio Ulate o Ricardo Jiménez, sin saber exactamente qué hacían o quienes fueron estos señores, igual le pasará a Oscar Arías en el futuro. De hecho, muchos de los adolescentes de hoy día ni siquiera saben que esta persona ganó un Nobel en algún momento de su vida. Por eso, quisiera dedicarme a partir de ahora a verme más como ser humano por mi condición de humano, que por las cosas que poseo. Quisiera que me amaran por lo que soy y no por lo que tengo, que de paso es muy poco.